Él camina con paso cansado despues de esperar una hora en la parada del colectivo, cuando unos pasos atrás y una voz joven le avisan que justo el 96 acaba de aparecer en la curva de la avenida, que no se vaya. Él agradece, y vuelve tratando de apurar el tranco, reconociendo el camino con su bastón. Sube al colectivo ayudado por manos sin caras, alguien le cede el asiento. Dos paradas más adelante sube una pareja, la señora también palpa el mundo con un bastón. Intenta sentarse en el primer asiento, pero está ocupado por una mujer embarazada, hace una broma y sigue buscando. Una mano y una voz con rulos y sin cara le ofrece el lugar. El hombre que iba con ella y quien le cedió el asiento la ayudan a acomodarse del lado de la ventanilla, se complica. Ella manotea el aire hasta que da con el pasamanos y no deja de hablar ni reír. El señor sentado del lado del pasillo, dice "Esa voz... yo la conozco" y, con la vista fija y una sonrisa dibujada, intenta ayudarla para que pase. Ella lo mira con los dedos y lo reconoce.
Yo sabía que conocía esa voz, ¿cómo estás?, tanto tiempo, qué casualidad encontrarte, eh. Una hora esperando el colectivo, ya me estaba yendo y una señorita me dijo que espere... Sí, nosotros también... ¡una hora esperando! Este colectivo que no viene nunca. Encima con el frío que hace. Pero mirá vos... ¡justo encontrarte acá...! ¿Viste? El destino.
Y así siguen un buen rato. Las voces tienen cara. Los dos bastones blancos descansan juntos sobre la barandilla.
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